martes, 11 de noviembre de 2008

La gincana

Uno de los ratos más divertidos que pasamos nos lo proporcionó la gincana. Los entonces hermanos (o novicios), Teo y Andrés, se escurrían el cerebro poniéndonos pruebas cada cual más retorcidas. Teníamos que buscar los misteriosos mensajes por todo el colegio y sus alrededores, llegando incluso a pegarnos buenas caminatas hasta el pantano, pero todo fuera por la enorme gloria de ser los merecidos ganadores. Nos distribuíamos en pequeños grupos y buscábamos bajo las piedras, por los cajones, los árboles... alguna pista que nos llevase hasta la siguiente. Recuerdo en una ocasión haber encontrado un papel en blanco. Cuando se lo enseñamos a Teo, considerando que no había nada en él, Teo, con un poco de mofa, nos señalaba que la pista la teníamos enfrente de nuestras narices. Miramos aquel papel desde todos los ángulos, por todos los lados, cada mílímitro de aquella cartulina, pero no encontramos nada.
Teo, compandeciéndose de nuestra desesperación, y despues de haberse cachondeado unas horitas, acercó el mechero encendido al papel y las letras del mensaje empezaron a aparecer. Entonces aprendimos el truco de escribir con tinta de limón. Fue todo un descubrimiento.

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