martes, 11 de noviembre de 2008

El día de desierto

No estoy muy seguro de que se llamase así, día de desierto, pero si no era esto era algo parecido. Consistía en no hablar, y eso era muy duro, sobre todo para los que no callábamos, como yo.
Un día al año había que dedicarlo a meditar, a reflexionar, a pensar... por lo tanto, había que estar en silencio. Todos vagábamos por los patios y los pasillos cruzándonos como fantasmas. Si mal no recuerdo, sólo a las primeras horas teníamos alguna charla o lectura que nos debía de servir de motivo de reflexión para el resto de la jornada.
No sé si a última hora del día ya nos liberaban la lengua, pero lo que sí recuerdo, es lo aburrido que se pasaba estando callado, aunque pensar, lo que es pensar..., pensábamos mucho.

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