miércoles, 25 de enero de 2012










Voy a terminar con la última etapa de nuestro querido San Luis Guanella.
Después de esto continuaré con las fotografía del Colegio San Jose.





Buenas tardes a todos y FELIZ AÑO 2012.
Voy a continuar donde lo dejé, contando un poquito la vida de nuestro querido San Luis Guanella.
Me parece que acabé llegando a Traona.
Voy a colgar seis diapositivas de estos lugares en los que estuvo nuestro querido San Luis y todo lo que hizo por aquellos lugares que visitó.

sábado, 7 de enero de 2012

Algunos buenos recuerdos


El texto del siguiente artículo lo escribí (con muchísima ayuda de Andrés, por cierto) para la revista Cabás de este pasado mes de diciembre.
Cabás es una revista digital que trata sobre la historia de la educación y, nuestro colegio, bien merece unas cuantas palabras que describan la buena labor que alli se hizo.
El enlace a la revista es: http://revista.muesca.es
Está en el número 6 en el apartado de artículos.
Un abrazo a todos y FElIZ 2012
José Miguel
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El trabajo que se presenta describe la experiencia formativa que vivieron los alumnos del colegio San José, en Aguilar de Campoo (Palencia), y que tuvo lugar entre los años 60 y 80. Este centro fue creado por la congregación guaneliana Los Siervos de la Caridad, procedente de Italia y fundada por don Luis Guanella. Los alumnos estaban en régimen de Internado y, al margen de la enseñanza reglada tradicional que recibían, disfrutaron de otro tipo de formación complementaria que supuso un significativo valor añadido en su formación integral, procurando un desarrollo equilibrado, armónico y completo de todas las dimensiones de la persona, tanto intelectuales como humanas y sociales.


Introducción

La historia de la educación del siglo XX en España constituye para cualquier observador o estudioso una fuente relevante para comprender mejor la evolución de nuestro país. En este buceo por distintas experiencias educativas del siglo pasado encontramos entre los años 60 y 80, conviviendo con la corriente dominante de la época, el trabajo de los guanellianos en Aguilar de Campoo.
Mediante el rescate de esta experiencia queremos recuperar la memoria de un pedazo de historia fundamental para un amplio conjunto de niños de la Castilla de aquella época.


Creación del centro

Poner la mirada en esta fotografía nos transporta a los años sesenta, en el curso 1967- 1968. En la imagen aparece el Colegio San José, en Aguilar de Campoo, Palencia. Este colegio fue construido por una congregación religiosa clerical de derecho pontificio proveniente de Italia y muy poco conocida en España, “los Siervos de la Caridad”, aunque por los lugareños era más conocida como “los italianos” o “los guanelianos”. La congregación fue fundada en 1908 por don Luis Guanella, nacido en Fraciscio (Italia), cerca del lago de Como, en 1842. En sus inicios, la congregación se dedicó a abrir espacios destinados a la caridad en diversos lugares de Italia, Suiza y Estados Unidos y, fundamentalmente, se volcó en auxiliar a pobres, marginados, ancianos y personas con discapacidad intelectual.
Los antecedentes de este colegio comienzan con la llegada del primer cohermano el 1 de marzo de 1965, don Carlo de Ambroggi. Él mismo escribía unos meses más tarde: "Desde hace ya algunos años, voces con autoridad invitaban a los hijos de Don Guanella a trasplantar alguna de sus obras en España, donde se sentía la necesidad de Institutos de caridad y asistencia social para los más desheredados. En la solicitud venía también de la esperanza de poder encontrar vocaciones y formar buenos religiosos para las numerosas casas esparcidas en Latino América, tierra que reconoce en España a su Madre-patria."

Después de la beatificación de don Luis Guanella en el año 1964 y gracias al impulso del Cardenal Arcadio Larraona, Prefecto de la Sagrada Congregación de los ritos y navarro de nacimiento, y a la positiva acogida de los obispos de Pamplona y Palencia, el proyecto comienza a hacerse realidad.
Los guanelianos inician su labor en el ámbito educativo el 24 de octubre de 1965, en una sede provisional, antes hospital, próxima a la iglesia de Aguilar. Allí germina lo que posteriormente culminaría con la construcción del Colegio San José. El colegio cuenta en aquellos momentos con ocho alumnos de doce años y dos cohermanos italianos llegados cuatro días antes, don Enrico Bongiascia y el Hno. Juan Vaccari, que junto al padre Carlos de Ambroggi, empiezan la aventura guaneliana en España.
En 1966 el número de alumnos llega a veinte. El centro va consiguiendo nuevos alumnos de forma lenta y laboriosa, visitando casa a casa y recorriendo los pueblos de Palencia y provincias limítrofes. Los chicos van llegando en su mayor parte de Palencia, Burgos, León, Valladolid y Cantabria.
A mediados de noviembre del 1966, después de un inicio de otoño con intensas lluvias, empieza la preparación del terreno adquirido detrás de la Peña Aguilón para la nueva sede del colegio. Con ocasión de la visita del superior general don Armando Budino, el 1 de mayo de 1967 se bendice la primera piedra, aunque el edificio ya se encuentra al final del primer piso.
Durante los cursos posteriores el colegio se iría llenando de alumnos en régimen de internado, ya en 1968 el centro contaba con 79, en 1971 con 133 y en el curso 1972/73 alcanzaría un máximo de 148, una cifra elevada teniendo en cuenta que en el colegio no se impartían todas las enseñanzas. En los primeros años se cursaba desde 1º hasta 4º de Bachillerato (más un año anterior que se llamaba Ingreso). Posteriormente, con el cambio a la EGB, se impartía desde 5º hasta 8º. Algunos alumnos completaban estudios en el Colegio de San Gregorio, también ubicado en Aguilar. La mayoría del alumnado procedía del medio rural y de familias con pocos recursos. El coste que suponía la estancia del niño en el centro en el año 1967 era de 300 pesetas al trimestre, y con ello se cubrían todos los gastos: estancia, formación, actividades, comida, lavandería…
Lo que, sin duda, cabe destacar de este centro, fue la labor educativa que quizá pudiéramos calificar de inusual y probablemente asincrónica. La mayor parte de esa labor no se hizo en el aula, sino fuera de ella. El centro desarrollaba sus clases como cualquier otro centro, y sus profesores, españoles, laicos y buenos profesionales, seguían más o menos la misma pauta y forma que se seguía en otros colegios contemporáneos. Los alumnos llegaban de sus pueblos de origen acostumbrados a memorizar, a copiar, a obedecer, a trabajar en sus campos y, en algunos casos, a cargar desde tempranas edades con responsabilidades familiares. El estatus social de las familias de los niños era variado, pero la congregación procuraba que las condiciones no fueran obstáculo para la integración en el centro de los hijos que venían de familias con dificultades económicas.
Cuando el alumno acababa sus clases habituales, comenzaba otro tipo de formación, una formación que probablemente fuese sorprendente para los pequeños en contraste con sus anteriores experiencias.


Fundamentos pedagógicos

No podemos olvidar que el centro, según señalaban sus responsables, se crea persiguiendo un objetivo vocacional pero además de ello o, quizá, tan importante como ello, era formar personas. Aquellos novicios, hermanos o sacerdotes, en su mayor parte italianos, traen ideas nuevas y buscan despertar y enriquecer una serie de valores que potencien el desarrollo de adultos responsables, autónomos, capacitados, críticos, creativos y comprometidos.
Los educadores procuraban que en el centro se respirase un clima de familia y que los alumnos se sintiesen queridos, estimulados, valorados y respetados. En palabras de Juan Bautista Aguado, presidente de la ONG Puentes, íntimamente ligada a los guanelianos, se nos describe esta relación de la siguiente manera:
"El Proyecto Educativo Guaneliano dice que La familia constituye el ambiente natural donde la vida humana nace y se desarrolla, donde el hombre descubre su propia identidad y encuentra la respuesta a sus necesidades fundamentales”. Y Don Guanella deseaba reproducir en sus fundaciones, lo mejor posible, la atmósfera de una familia: la espontaneidad de la relaciones, la profundidad de los afectos, la alegría del vivir juntos, el espíritu de entrega y donación, la aceptación del otro… en fin todas esas cosas que nos vienen a la cabeza cuando oímos la palabra ‘familia’."
En muchas ocasiones, el papel del educador se podría asemejar más al de un padre que al de un profesor, cuidando a los alumnos, siendo su confidente e intentando resolver sus problemas, sin olvidar la moderada disciplina que ha de ordenar la vida en el centro. Estas personas intentaban seguir la máxima del fundador don Luis Guanella: -Educare è principalmente opera di cuore- (la educación es sobre todo obra del corazón).
En un centro de estas características es evidente que una de las tareas prioritarias consistía en cubrir los aspectos espirituales de los alumnos, pero sin olvidar los materiales. Encontramos otra ilustrativa frase de don Guanella que refleja una idea presente en los miembros de la congregación: “El pan sin la trascendencia es el pienso que se da al ganado. La misa sin el plato de sopa es una burla atroz al hambriento y una bofetada a Cristo”.
Además de la formación espiritual y religiosa, que era una tarea inherente a todo el proceso formativo, favorecían una formación integral intentando no establecer separaciones u oposiciones. Se trabajaba fundamentalmente en tres grandes bloques: las artes y la cultura, los deportes y el desarrollo personal y social.


Formación física y deportes

En cuanto a los deportes, en el colegio se practica voleibol, fútbol, balonmano, baloncesto y tenis, además de los distintas pruebas de atletismo, entre las que destaca el campo a través y las carreras de fondo entusiasmados por el ídolo palentino del momento, Mariano Haro.

Curiosamente, no había ninguna predominancia excesivamente relevante a favor de un determinado deporte, los alumnos van pasando por todos ellos, muchos descubriendo una actividad que les resultaba agradable y les había pasado desapercibida hasta el momento. Todo esto se facilita organizando pequeñas “olimpiadas” que añaden el aliciente de una sana competitividad entre los grupos. Se procura potenciar el compañerismo y la diversión, y los responsables de cada grupo están atentos para evitar cualquier atisbo de discriminación o marginación que pudiera surgir por alguna limitación en capacidad física o intelectual. Además de los deportes, y cuando las condiciones climáticas u horarios no permitían desarrollar actividad al aire libre, los tiempos de ocio se dedican a juegos de interior, entre ellos destaca el futbolín y el ping-pong. También se favorece el juego de mesa como herramienta de desarrollo intelectual, y se enseña a jugar al ajedrez o las damas. Para promover el uso de estos juegos se organizan campeonatos dentro del centro y, en ocasiones, con otros centros del pueblo. Conjuntamente con los deportes mencionados, era habitual organizar esparcimientos que requiriesen cierto esfuerzo intelectual. Entre ellos destaca “la búsqueda del tesoro”, en el que se combina la audacia para resolver las pistas y el deporte que conlleva, ya que no estaba exento de dar grandes caminatas antes de alcanzar el objetivo deseado. Cada cierto tiempo se planificaban largas excursiones a pie; el monte Vernorio, el pantano de Aguilar, o Las Tuerces eran lugares habituales de estas largas marchas en las que se combinaba el deporte, la diversión, el aprendizaje y alguna que otra agujeta.

Los campamentos de verano fueron otra herramienta de aprendizaje en convivencia y diversión, a través de ellos se conocieron diversos lugares de la montaña palentina e incluso de los Picos de Europa.

Formación cultural y artísitca

Las artes eran profusamente mimadas en el colegio. El teatro, sobre todo el sainete, es una pieza habitual que ameniza muchas tardes de invierno. Cabe destacar el carácter inclusivo de la actividad, el objetivo no era la perfección en el desarrollo de la obra, sino la participación de los alumnos, cada uno dentro de sus posibilidades.

Se intenta implicar lo máximo posible a los niños y, para realzar la actividad y gozar de un mayor incentivo, se procura representar obras en el teatro de la localidad o frente a las familias, hecho que hacía que la recompensa de la actuación fuese más intensa. Era habitual que las obras representadas en el pueblo, además de interpretadas, fuesen escritas por los propios alumnos y seleccionadas a través de concursos literarios que se desarrollaban en el centro. El escenario no solo se usa para teatros, sino que con mucha frecuencia, prácticamente todas las semanas, se organizan concursos culturales. Esta actividad se hace por equipos y se juega con un abanico de atractivas pruebas: búsqueda de objetos, preguntas sobre actualidad, pruebas de habilidad, etc. Los alumnos con sus responsables de grupo decoran el escenario, preparaban vestuario y pruebas, y organizan el desarrollo del concurso.
La música era una propuesta habitual y muy atrayente, se enseña a tocar el armonio, la bandurria, el laúd, la guitarra, el acordeón y la batería. Se ensaya asiduamente para intervenir en distintos actos y celebraciones y, de vez en cuando, se ofrecen conciertos de obras clásicas a familias y público en general. Además de tocar instrumentos, de forma ritual los fines de semana y a través de los altavoces, se impregna el patio con alegres canciones y éxitos del momento.
El cine era un medio seductor para potenciar el debate y la opinión. La proyección de películas no queda en mera visualización y entretenimiento, sino que se organizan ciclos de cine fórum que derivan en amplias y apasionadas discusiones que sirven para ir asentando el criterio de los adolescentes. Es habitual trabajar con colecciones de autores de gran talla, como Alfred Hiscot, cuyos trabajos son propicios para la reflexión y el análisis.

Las manualidades también consumían un tiempo del quehacer diario, la marquetería es una de las labores de mayor aceptación. Los alumnos utilizan complejas plantillas traídas para la construcción en ocume de edificios emblemáticos, carruajes, animales, etc.
También el mural y el collage eran asiduos recursos para expresar lo que el alumno sentía y pensaba sobre los temas que se iban proponiendo periódicamente. Los trabajos finales dan lugar a extensas exposiciones que pintan las paredes del colegio.

La literatura acompañaba al alumno desde su primer día en el centro. Se lee diariamente, algunas veces de forma individual, otras en grupo. Los encuentros para la participación común de un libro no siempre se circunscribían al escenario de la clase, en ocasiones, el campo o la peña próxima al centro son lugares idóneos para sumergirse en el mundo de las letras. No solo la lectura era objeto de interés, sino que se intentaba impulsar la creatividad del alumno procurando mejorar sus destrezas expresivas; para ello se organizan exposiciones en común o concursos literarios centrados en la narrativa, la poesía o el teatro.

Formación personal y social

El desarrollo personal y social del alumno era otro pilar del colegio. Las actuaciones se encaminaban hacia un alumno autónomo y responsable. Todos los alumnos tienen alguna responsabilidad que favorece su propia autoestima; se cuenta con el encargado de poner la música, el encargado del cine, el encargado del comedor, el encargado de mantenimiento, el encargado de repartir la merienda, etc. Y así, un sinfín de pequeñas tareas con una complejidad adaptada a las capacidades del alumno. En el centro no había servicios de limpieza externos, así que los propios alumnos contribuyen a mantener el centro en óptimas condiciones de orden y limpieza. Todo esto no solía generar ningún rechazo, más bien al contrario, los alumnos se sentían satisfechos de la confianza que en ellos se depositaba para la realización de las tareas. La higiene personal también se cuida minuciosamente aunque el agua, con frecuencia fría excepto en la ducha semanal, hace que esta obligación no tenga muy buena acogida, máxime en el lavado de pies nocturno.
Eran frecuentes los debates que giraban alrededor de diversos temas. Las cuestiones expuestas solían atender a valores tanto personales como sociales. Se tratan y debaten rasgos de la personalidad como, por ejemplo, la creatividad, la responsabilidad y la autonomía. Asimismo, se intenta analizar las causas de los principales problemas sociales, la guerra, el hambre, la pobreza, la marginación, etc. Las sesiones suelen seguir el esquema de una introducción general, un trabajo en equipo, la exposición de conclusiones de cada equipo y el debate general con respecto a las conclusiones. Existía un significativo respeto por la opinión de los demás, lo que hacía que los debates fuesen muy participativos. Los educadores procuran que el debate no solo quede en el análisis de los distintos asuntos, sino que buscan el compromiso y participación del alumno; que el niño, aunque sea de forma mínima, vislumbre en qué puede contribuir para solucionar los problemas o mejorarse a sí mismo.
La formación afectiva también se tenía en cuenta. Se utiliza una serie de diapositivas denominada “Educación para el amor”, de los Salesianos, en la que se trata de construir una pedagogía de la sexualidad. En ella se muestran los diferentes procesos afectivo/sexuales que iba encontrando el individuo desde su nacimiento hasta la madurez, deteniéndose especialmente en los cambios de la adolescencia porque era la etapa en la que el alumnado del centro estaba inmerso.
Con los alumnos mayores se solían hacer experiencias de voluntariado; se da de comer y/o se visita a los ancianos de la residencia de “las Hermanas de los Ancianos desamparados”, y se colabora en actividades organizadas desde Caritas de Aguilar. En general, se participa con frecuencia en las distintas actividades culturales, sociales, deportivas y religiosas de la villa. Entre las actividades había una singular y curiosa; consistía en pasar un día con personas de diferentes profesiones con las que los alumnos conversaban y escuchaban las experiencias de su profesión y de su vida.
Toda esta labor que combinó de forma exquisita sus facetas lúdica y formativa hizo que la mayor parte de los alumnos disfrutasen de un grato recuerdo de su paso por el centro. Un escrito de un exalumno menciona: “Y realmente mis años de colegio fueron estupendos. Recuerdo la envidia sana que otros amigos del pueblo, que estudiaban en distintos colegios de frailes, tenían cuando les contaba la vida del mío y cómo nos trataban. La verdad es que me sentía cada vez más orgulloso de mi "Colegio San José" de Aguilar de Campoo. Años de internado llenos de vida, de apertura intelectual, social y espiritual. Años de tenis y campo a través, de concursos de poesía, de tiendas de campaña y escaladas, de excursiones y cultura, de trabajo y cine fórum, de armonio y guitarra, de exámenes y aprobados, de esfuerzo y disciplina, de teatro y concursos, pero sobre todo de amistad y convivencia, de serenidad y alegría, de oración y eucaristía, de diario y propósitos, de Jesús y de María, de Luis Guanella y más Guanella.”


Comienzo de la crisis

Sin embargo, la crisis vocacional que se vive en toda España, se va sintiendo en el colegio de Aguilar con la disminución progresiva de alumnos, que pasan de 148, número más alto en el curso 1972/73, a 56 en el curso 78/79, y esto sumando los alumnos que habían quedado en Aguilar y algunos que habían continuado estudios posteriores en Palencia. En Palencia se mantenía una casa residencial en la que no se impartían estudios reglados. Hasta el año 1984 se mantiene un máximo de 64 alumnos entre ambas sedes.
En un artículo publicado en el año 1979 por los responsables del colegio, se presenta con claridad la problemática de la disminución numérica, de la poca preparación intelectual y motivación vocacional y de la baja perseverancia de los alumnos. Los autores definen este período de “espera”, diciendo que el futuro próximo (en dos o tres años) podría dar indicaciones suficientes para ver hacia dónde ir. Terminan diciendo que “se percibe entre nosotros, los formadores, un cierto pesimismo acerca de la validez de nuestro trabajo, pero en general se supera trabajando con entusiasmo. Como alternativa a esta forma de trabajo vocacional, estamos intentando proyectarnos hacia los jóvenes (…)”
Cierre del centro
El 31 de octubre de 1990 llega la autorización para el cierre desde el Consejo General aunque, realmente, se celebra el 7 de septiembre de 1991 con un encuentro de ex alumnos. Con este cierre finalizan 25 años del memorable episodio que la congregación Guaneliana realizó en el mundo educativo de nuestro país. La congregación continuó con su labor de ayuda en el barrio de San Blas de Madrid con los niños y jóvenes en riesgo social y en Palencia con un centro para personas con discapacidad intelectual.
En el presente año se ha celebrado la canonización de don Luis Guanella y, entre otros actos organizados por tal evento, se convocó en Aguilar un encuentro de los antiguos alumnos que contó con una gran afluencia. En el acto fue frecuente encontrar manifestaciones de añoranza hacia una pedagogía que marcó el posterior desarrollo personal e intelectual de los que vivieron esta experiencia.
Posteriormente, el edificio fue adquirido por la Fundación Santa María la Real y utilizado como centro de estudios del románico. En 2001 es rehabilitado por las escuelas taller y convertido en la “Residencia la Tercera Actividad”, papel que desempeña en la actualidad.
Quiero finalizar el artículo dando las gracias a la congregación guaneliana por su colaboración y, en especial, al padre D. Andrés García Velasco por facilitar datos de gran interés para este estudio.