martes, 11 de noviembre de 2008

El cigarrito

Para muchos de nosotros el colegio fue nuestra iniciación a un pequeño vicio, el tabaco. En el colegio estaba terminantemente prohibido el fumar, por eso había que ingeniárselas para que no te pillasen.
En Aguilar nos surtíamos de algún paquetillo de tabaco, entonces no tenían los precios de ahora y, aunque la asignación de dinero que teníamos no era muy boyante, nos daba para un paquetillo al mes. Entoces se fumaba Celtas, o Sombra, o alguno más que ahora no recuerdo. Yo empecé con Sombra que era el que fumaba mi padre. Al principio no nos atrévíamos a calar el humo y, cuando por accidente ocurría, las toses eran desgarradoras.
Solíamos aprovechar a fumar cuando estábamos fuera del colegio pero, en ocasiones, los baños no eran mal sitio para echar un pitillo, aunque la humera que se mangaba era una prueba difícil de borrar.
Ya en el último curso, cuando estábamos en 1º de BUP, Teo era condescenciente (ya éramos casi adultos), y en su cuarto podíamos, de vez en cuando, permitirnos la licencia de pedirle un cigarrito mientras nos distraíamos en alguna interesante charla.

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