Hoy es un día triste para todos los amigos de Jose Antonio Ruiz Iglesias, antiguo ex alumno Guaneliano.
Os dejo un artículo sobre él de nuestro amigo El P Andrés.
que se ha dormido en los brazos de su querida madre de la Providencia.
Toño no podía
dormirse y dejarnos más que en el día de la fiesta guaneliana de la Virgen de
la Providencia. En estos últimos meses me abrió su corazón para compartir las
etapas de su lucha contra el cáncer. No he oído de sus labios una palabra de
queja, “lo único que me duele es hacer
sufrir a mi mujer Isabel y a mis “chicos” (así llama a su hijo Andrés y su
pareja a quien quiere como a una hija). En una carta que me escribe el 21 de
junio, se lamenta de tener que darme la mala noticia de su enfermedad.
Descubrí en
él una serenidad y una confianza en la Virgen de la Providencia (como la del
niño Jesús que aparece en el cuadro) que me sorprendieron: En agosto pasado
comenta con estas palabras: “la Virgen de la Providencia me está ayudando”. Y
en otro correo con una chispa de humor y aceptando su enfermedad saca a
colación el dicho de su padre de que “al
mejor comer se nos cae la cuchara”.
Pero donde realmente
comprendí su amor por la Virgen fue cuando, en las fiestas de celebración de
los 50 años de presencia guaneliana en España, me regaló un gran cuadro de la
Virgen de la Providencia hecho por sus manos, de punto de cruz, con un sinfín
de colores (creo que hablaba de más de 80) y de un trabajo incontable de horas.
Me decía que le relajaba y con pasión le dedicaba sus horas libres.
Se había
puesto manos a la obra diciendo que hacer otro cuadro igual era para él el lado
bueno de esta enfermedad que le obligaba a sufrir tantas horas de sofá. Hace
tan solo un mes me comunicaba que lo había terminado enviándome una foto de su
obra de arte, casi como insinuando que su pacto con la Virgen se había cumplido
y esperaba su fiesta para reunirse con ella.
Soy testigo de su vida sencilla y
marcada por su experiencia guaneliana en el colegio de Aguilar de Campoo, donde
tuve la suerte de ser su educador cuando tenía tan solo 12 años. Años más tarde
me sorprendió diciéndome que quería que le casara en el colegio que tantos
buenos recuerdos había dejado en su corazón. A raíz de aquella boda, creció mi
amistad con la familia y seguí en contacto con ellos, que “luchando por la
vida” (como solía decir), iban cambiando de residencia. Fue una alegría inmensa
poder bautizar a su hijo, a quien pusieron, en mi honor, el nombre de Andrés.
Más tarde celebré con ellos sus bodas de plata en la ermita de su pueblo.
Su espíritu guaneliano de
confianza en Dios Padre y en su Providencia, su espíritu de sacrificio y de
dedicación a los demás, su sencillez ante la vida y ante la enfermedad, bien
merecen un recuerdo y un aprecio entre nosotros. Este estilo guaneliano lo
contagió a su alrededor y lo culminó en octubre del 2011, en aquel viaje a Roma
en el que junto a su mujer, participó en la canonización de San Luis Guanella.
La semana pasada, hablé con él
por teléfono y se quejaba, en tono jocoso, de lo lejos que quedaba un banco de
otro donde sentarse en el paseo cercano a su casa. Y al mismo tiempo se
enorgullecía de sus “chicos” por la ayuda tan buena que daban a su mujer en el
duro trabajo del bar que atendían. Eran todos signos para mí, de una despedida
anunciada, pero que, en su amor a vida y a los que quiere, se resistía a dejar.
Ahora seguirá con el punto de cruz, disfrutando de esa mirada tierna de María y
seguro que contemplando y pensando con amor en sus seres queridos… Descansa en
paz, nuestro hermano y amigo guaneliano.
Padre Andrés García,
guaneliano