UN PANETTONE DE ORO
PARA LEO BIGELLI
En estos tiempos de indignación y de rabia. En estos tiempos
en que salen a la luz tantos trapos sucios, tantas canalladas y tanta rapiña.
En estos tiempos en que es más fácil señalar el lado más tenebroso de los
otros, yo quiero descubrir un trozo de bondad, mostrarla y seguirla.
Lo he sabido ahora, aunque la noticia es de hace varias
semanas. El Ayuntamiento de Milán concedió su ‘Panettone de oro’ solidario a
Leo Bigelli, por su incansable trabajo en favor de los sin techo de la
metrópoli italiana, a través de la Casa Gastone.
Hace ya muchos años, cuando Leo Bigelli era el responsable
de un colegio en Milán, solía visitar junto a un grupillo de jóvenes a los
vagabundos y sin techo de la estación de trenes de Milán. Hablaban con ellos y
les ofrecían un café y un dulce.
En la estación de trenes Leo conoció a todo un personaje,
Gastone, con su alma, con su historia trágica, con su sabiduría.
Leo pudo conocer así otro Milán, más allá de los grandes
industriales, las pasarelas de moda, los jugadores del equipo de fútbol y los
abonados a la temporada de ópera en la Scala. Eran los ciudadanos a los que la
pobreza había dejado al margen de la sociedad y, sin techo ni hogar, vagaban de
estación en estación.
Años después, Leo Bigelli pudo hacer realidad un viejo
sueño: una techo para los sin techo, una casa para los sin casa, una familia
para los sin familia. La casa en cuestión –y por primera vez en la historia de
la Congregación- no lleva el nombre de una santo, sino el nombre de aquel hombre
sin techo de nombre Gastone.
Visité a Leo hace un par de años en la Casa Gastone. Era el
Leo de siempre. Aquel Leo entusiasta y juglar, original y profundo, abierto y
creativo que había conocido en 1973 cuando llegó al Colegio de Aguilar recién
ordenado sacerdote.
Casa Gastone no era un almacén de ‘sin techo,’ sino una
familia donde un grupo de personas eran recuperados para el trabajo, el afecto,
la convivencia y la dicha. Compartí cena con ellos, y también turrón español y
helado italiano. Luego, Leo se puso a llenar las fiambreras con pasta y filete
empanado para los que, al día siguiente, tenían que ir a trabajar. Tarteras
amorosamente preparadas como sólo un padre y una madre saben hacer.
Leo me acompañó a la estación. Me fue contando historias
dramáticas e historias de superación, historias de fracasos e historias de
dignidad de muchos de sus ‘hermanos’ de Casa Gastone. Y como suelen hacer los
pobres, al final de mi visita compartió algo de lo poco que tenía y me entregó
un donativo para los niños pobres de África a los que PUENTES cuida.
Ahora, el Ayuntamiento de Milán reconoce la magnífica labor
que ha llevado a cabo este buen sacerdote guaneliano en favor de los pobres más
pobres, tal y como aconsejaba Luis Guanella.
Probablemente nunca un premio ha caído en tan buenas manos.
Leo Bigelli, que ha alegrado las navidades de tantos sin techo con un trozo de
panettone ha recibido este Panettone de oro. Enhorabuena, no por el premio,
sino por tu trabajo.